jueves, 5 de noviembre de 2009

Cambios irreversibles

La memoria nos juega malas pasadas y la realidad también.  Después de muchos años de ausencia volví  para encontrar que no todo estaba igual. Internamente me decía que la nostalgia me había hecho recrear imágenes ideales en mi cabeza, pero conversando con aquellos que nunca se fueron pude comprender que mi memoria no había cambiado nada, era el ser humano el que estaba cambiando y a veces destruyendo la querida Patagonia.

Sé que no les estoy contando nada nuevo, pero no está de más insistir en la necesidad de cuidar el planeta. Nadie sabe muy bien cómo hacerlo, pero empezar por respetar los avisos que nos están dando  aquellos que se han dado el trabajo de investigar antes que nosotros. Y cuando el letrero diga "no pasar", por favor, no pasemos y donde dice no tirar basura, por favor, no tiremos basura, es tan simple como eso.

Estas hermosas margaritas  vinieron de muy lejos, lo mismo que los tréboles y otros pastos que se encuentran hoy en el Parque Nacional Torres del Paine.  Cerca del 25% de las especies vegetales son exógenas, muchas de ellas son invasivas, algunas semillas  llegaron hace tiempo en el forraje para los animales de la zona pero hay muchas otras semillas que  han llegado en las mochilas, los zapatos y la ropa de los turistas, la mayor parte de Europa.  El problema con estas especies invasivas es que cambian los patrones ecológicos y desplazan a las especies nativas.  Muchas no son nocivas, pero su presencia desestabiliza el suelo, impidiendo el crecimiento de las especies patagónicas.

La recomendación es que si usted va a venir a recorrer la Patagonia tenga el cuidado de limpiar bien sus pertenencias antes de viajar de modo de no traer semillas innecesarias que terminarían por borrar el paisaje patagónico  para transformarlo en algo muy parecido al paisaje de su tierra natal.


EL Glaciar Serrano se encuentra muy cerca de Puerto Natales y las Torres del Paine. Les aseguro haberlo visto llegar al mar, ahora es casi pura roca desnuda, un signo evidente del cambio climático. Esta imagen me impactó con la certeza de que hay cosas que ya no volverán a ser nunca iguales en nuestro mundo.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Recuerdos familiares, Puerto Aysén , Chile

Poco le habrá costado a  Víctor Schwartz acostumbrarse a estos paisajes, tan similares a los de su Suecia natal.  El verde de los bosques en verano resulta casi una agresión a la vista del viajero y las montañas parecen querer abrazarnos en un gesto que confunde, hay en ellas una carga de agresividad que se mezcla con su aspecto protector.  Viniendo desde el desierto, a donde el espíritu aventurero del padre las había llevado, sin duda la llegada al seno de Aysén debió ser una verdadera fiesta para las niñas.

Al descender del barco habrán cargado el equipaje en una carreta, o quizás remontaron el río Simpson para llegar al kilómetro dieciocho del camino a Coyhaique, donde se encontraba el predio comprado por el padre.

Rosa solía describir con detalle aquellos recuerdos que marcaron su vida de manera permanente, los años vividos en Aysén tenían un sabor especial en su relato, era la nostalgia de lo irrepetible.  Llevaba en la frente, como una insignia, la  cicatriz que se hiciera al caer del techo donde jugaba con su hermana, la afilada piedra la marcó de por vida.  Pero no todo era juego en la vida de esas niñas, así como aprendieron a montar a caballo, también debieron saber carnear un animal, salar los jamones, batir la mantequilla, darle punto a las mermeladas, reparar un techo o coser un vestido. 
Doña Jacobina supo  repartirse con paciencia entre el cuidado de sus hijas y el de esos otros niños a los que obstinadamente enseñó a leer y escribir en el galpón donde vivieron mientras se construía la casa. 


Mientras Jacobina impartía sus clases a los niños más pequeños de los alrededores, Víctor se  concentraba en la marcha del aserradero, sostenido por la copiosa producción del ciprés de las Guaitecas, árbol tenaz, de madera resistente como pocas y que ha sido el sustento de generaciones de pioneros en la vertiente occidental  de los Andes patagónicos.

Los vecinos no daban crédito a sus ojos: ¡El sueco estaba loco de remate! Nadie había hecho una casa semejante en esos confines: tres pisos, para empezar; ventanas cuadriculadas, que un maestro carpintero armó con desconfianza; vigas a la vista en el comedor; la escalera con un pasamanos deslumbrante que llevaba al segundo piso, donde se construyeron cuatro habitaciones, una para cada miembro de la familia.



Años más tarde Jacobina enfermó y Víctor  vendió la casa para viajar a Santiago en busca de un tratamiento que no salvaría la vida de su esposa. Nunca volvieron.

Rosa ya ha muerto, pero con las señas que nos fue dando en sus relatos pudimos llegar. Sesenta años más tarde, encontramos la casa, los nuevos dueños la han transformado en un acogedor Lodge de pesca. Después de un largo tiempo de abandono, sólo se necesitó barniz, pintura y buen gusto para recuperar la construcción, el ciprés de las Guaitecas ha resistido muy bien el paso del tiempo.  Los árboles han crecido, pero son los mismos que plantara Jacobina los que todavía cada verano entregan abundantes frutos, el galpón que una vez fuera la improvisada escuela ahora sirve de cobertizo para las máquinas y el techo donde jugaban las niñas aún sigue en pie.

viernes, 9 de octubre de 2009

PERITO MORENO, Argentina

El Glaciar PERITO MORENO lleva ese nombre en honor a Francisco P. Moreno.  Este glaciar tiene la particularidad de poder ser apreciado a muy corta distancia accediendo por un camino asfaltado distante a ochenta kilómetros de la localidad de El Calafate, a donde se puede llegar directamente en avión o bien por tierra. Hay también en la Patagonia una ciudad con el nombre de PERITO MORENO varios cientos de kilómetros más al Norte del Glaciar.


Francisco Pascasio Moreno era el nombre del PERITO MORENO, quien nació en Buenos Aires el 31 de Mayo de 1852. Perito cartógrafo que recorrió la Patagonia a fines del siglo XIX, buscando las huellas de Darwin.  A los 21 años viajó por primera vez a Carmen de Patagones, en 1874 llegaría a la desembocadura del Río Santa Cruz, en 1875 será el primer argentino en remontar el Río Negro para  llegar al lago Nahuel Huapi y finalmente en 1876 hará su viaje triunfal remontando el Río Santa Cruz, siguiendo la ruta de Darwin y su expedición.  Después de meses de arduos trabajos, privaciones y peligros permanentes logró llegar a las nacientes cordilleranas, donde bautizó los lagos Argentino, San Martín y Viedma.

Al Perito Moreno lo movían la inquietud de la aventura, la curiosidad científica y un  inmenso amor a su patria, soñaba con una  Patagonia pujante y creadora de riquezas para su país.

Desde su primer viaje comenzó a recolectar fósiles , vestigios de los primeros pobladores de la Patagonia, creando así un museo que junto con su biblioteca fueron el germen de lo que hoy se conoce como el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, del que fuera su primer director.


En 1897 fue nombrado Perito argentino en la cuestión de límites suscitada con la República de Chile y en calidad de tal viajó a Londres, donde la corona Británica laudó en ese largo conflicto, luego viajó nuevamente al sur para controlar la colocación de los hitos fronterizos.

En 1903 el Perito Moreno donó a la Nación Argentina las tierras aledañas al lago  Nahuel Huapi, que había recibido en reconocimiento a su trabajo, con el fin de crear así lo que fuera el Primer Parque Nacional de Argentina.

Nuestro Perito Moreno murió el 22 de noviembre de 1919, pobre y olvidado. Sus restos descansan en una hermosa isla en el Lago Nahuel Huapi, todas las embarcaciones que surcan el lago y se acercan a la isla se detienen unos minutos a rendirle homenaje con sus bocinas a este gran hombre.


En esta isla en el lago Nahuel Huapi está enterrado el Perito Moreno

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La Goleta Ancud, Chile


El 22 de mayo de 1843 zarpó del Puerto de Ancud, en la Isla de Chiloé una goleta con la misión de tomar posesión del Estrecho de Magallanes en nombre de Chile.  La Goleta Ancud llevaba  22 tripulantes, entre ellos, dos mujeres y un naturalista prusiano de nombre Bernardo Philippi. Al mando iba el capitán Juan Williams. Llevaban víveres para siete meses y como único instrumento de navegación una brújula. El casco de la Goleta Ancud era de madera, tenía dos mástiles y desplazaba 27 toneladas,  tenía  15,84 mts. de eslora y 3,80 mts. de manga: Había sido construída por manos chilotas, chilotes la tripularon y fueron ellos los primeros chilenos en poblar las desoladas orillas del Estrecho de Magallanes.  
Surcaron estos mares en pleno invierno, no hubo sol como el que alumbra estas fotografías que los entibiara. En Curaco de Vélez, se les unió un cazador de chungungos (nutrias), Carlos Miller, quien oficiaría de práctico de canales.  La Goleta llevaba dos chalupas, una de las cuales se perdió cerca del Archipiélago de las Guaitecas. Recalaron entonces en un lugar llamado Puerto Americano, donde encontraron dos naves estadounidenses dedicadas a la caza de lobos marinos.  El comandante de una de las naves les permitió copiar las cartas naúticas levantadas por  el Capitán Robert  Fitz Roy en las dos expediciones hidrográficas  realizadas en el H.M.S. Beagle (la primera fue de 1826 a 1830 y la segunda -en la que se embarcara Charles Darwin- fue de 1831 a 1836). Aquí se les unió un lobero de nombre Juan Yate, quien los guiaría en el cruce del Canal Moraleda.  
Una avería en el timón y una grieta a estribor fueron parte de los problemas que tuvieron que enfrentar. Un grupo volvió a Ancud para reparar el timón y buscar más víveres. Finalmente levaron anclas el 2 de agosto para llegar al Estrecho de Magallanes el día 21 de Septiembre, cuando comienza la primavera en el hemisferio Sur, sin embargo a 51 grados de Latitud Sur, la primavera significa nieve en abundancia, vientos huracanados y mucho frío.
Me ha costado mucho escribir esta nota: se sabe que los Teros no tenemos fronteras que nos limiten o nos separen de nadie, no nos gusta que los mares ríos y montañas tengan dueños o banderas por las que mueran seres humanos, pero queríamos consignar aquí esta increíble hazaña de esa maravillosa gente de mar que son los chilotes, la Patagonia sabe de sus luchas, de sus pesares y su tezón. Los encontrarán en Comodoro Rivadavia, en Neuquén, en Río Gallegos, en San Sebastián, en Puerto Natales, en Caleta Tortel, en Calafate o en Río Turbio: la Patagonia entera los conoce, ellos han hecho de ella su gran hogar, buscando lo que su Isla no ha podido darles.

lunes, 31 de agosto de 2009

Tierra del Fuego, Argentina, Chile

Allí estaba cada mañana como una gran ballena inerte detrás de las nubes la Isla de Tierra del Fuego. Tal como la vieron Hernando de Magallanes y sus hombres y luego tantos otros navegantes, piratas, guerreros y balleneros.

Finalmente cruzamos en "la barcaza" a conocerla.  Aún en pleno verano el viento que corre de Océano a Océano hiela la piel y los huesos.  Con mucha suerte el mar estará calmo,  nada es predecible en el terreno de la meteorología  patagónica.

Hace quinientos años recorrían la Isla sus primeros habitantes, los Selk'nam y los Haush.  Es probable que aquellos hombres hayan encendido grandes fogatas que se vieran a la distancia, las que dieron lugar al nombre con que Magallanes bautizara la enorme Isla.

Sin embargo hasta el día de hoy si uno se desplaza por la Isla de noche verá a lo lejos el refulgir conmovedor de gigantescas fogatas producto de la quema de gas natural.



jueves, 27 de agosto de 2009

PATAGONIA EN EL CORAZÓN


De todas las descripciones de Patagonia rescato la palabra SOLEDAD.   Nada se parece a la SOLEDAD que allí habita.  Deténgase usted a escuchar el silencio de un hombre patagónico y entenderá de lo que estoy hablando.  No pierda el tiempo en cafés cosmopolitas en medio de ciudades recién construídas, busque entre las caras curtidas las voces del pasado y escuche. Escuche el viento, escuche los recuerdos y quizás entenderá a dónde ha llegado. 

Cuando se haya hartado de frío y de lejanía podrá volver a su lugar de origen con el corazón diferente, sabrá que se puede vivir de otra manera, que allá muy lejos, hay un mundo que esconde historias jamás contadas, pero que si usted puso atención las habrá entendido perfectamente.

Allí viví mi infancia y crecí: a orillas de un Estrecho de Magallanes  lleno de misterios.  La ciudad de Punta Arenas y el Estrecho habían perdido importancia con la construcción del Canal de Panamá.  Luego me fui muy lejos, pero siempre esa tierra iba conmigo, ahora quiero rescatar esos momentos que quedaron escritos en mi corazón, son mucho más que recuerdos y no quiero que se pierdan.